No esperes de mí los abrazos y sonrisas que acompañan al adiós. No me gustan las despedidas, ninguna de ellas, por tonta que sea. Lo más probable es que me dé la vuelta murmurando alguna palabra y salga corriendo en dirección contraria, dejándote a mis espaldas con el cuerpo inclinado hacia delante y los besos preparados.
Pararé y me daré la vuelta, saludaré con la mano rápidamente, pensando en lo cobarde que soy, en cómo me gustaría saber decirte que éste adiós no es uno cualquiera, que éste es para siempre... Y sin embargo callo y sigo corriendo. Cobarde.