sábado, 26 de noviembre de 2011

Prosopagnosia

(Anocheciendo en un bar de barrio. Yo sentada sola, quizá esperando)

-La noche es una estrella en tu cucharilla- me dijiste, apareciendo de repente con una taza de té en la mano y aliento enamorado, como si me conocieras de años. En ese momento me hizo gracia tu pelo castaño, tu aspecto desgarbado y ese brillo de reencuentro en tus ojos. Inocente yo, pensé que me querías. Tras varias noches de comer perdices me di cuenta del error. Fue más o menos cuando me dijiste “¿Recuerdas nuestra boda, Anna?”

Por aquel entonces aparecía en las noticias una joven que esperaba todas las noches a su marido en un bar, quien fue a por un té y no volvió.

Sólo respondí -Claro, .. - y me mordí los labios. Seguía sin saber tu nombre.


Todo confundes, hasta el amor.




[La Prosopagnosia es un trastorno de reconocimiento de las caras que se manifiesta en una dificultad de reconocer a familiares y amigos por el rostro. El paciente puede incluso no llegar a reconocerse en un espejo. En ocasiones sí que se reconocen caras de desconocidos pero no las caras familiares.]




sábado, 19 de noviembre de 2011

Ella y su melena parda

Siempre andabas tú detrás de las ondas de su pelo. Sonriendo como hipnotizado. Quizá entonces ya no la querías, pero los reflejos oscuros de su flequillo te impedían alejarte. Sin embargo llegó el día en que no pudiste soportar esta contradicción y te marchaste. Ella prometió entonces no volver a cortarse el pelo, hasta que regresaras. Y así lo dejó crecer. No es que lo hiciera rápido, aunque tampoco lento, sino era mas bien como el ritmo constante e ininterrumpido del mar.

Al principio se lo recogía en grandes moños para evitar tropezar con él, pero llegó un momento en el que ni los moños aguantaban tanto pelo. Crecía sin parar y tú no venías.
Poco a poco se fueron enganchando en su cabello todas las cosas que conocía. Primero fueron las hojas de un temprano otoño, algunas nubes grises y los pájaros del barrio, que criaron en su cabeza durante la primavera. Luego fueron los rayos de sol los que se refugiaron en algún lugar detrás de su oreja. Y sus amigos y enemigos, y los vecinos, y el peluquero al que hacía tanto que no visitaba, todo quedó enraizado en su oscura melena. Y aunque a veces le da dolor de cabeza de tanto que pesa, siempre anda acompañada y llena de luz, con ese brillo especial de alegría, sol y estrellas.

Aunque esto lo hizo por que volvieras, ya ni se acuerda. Ahora tiene demasiadas cosas en la cabeza como para pensar en ti.





viernes, 18 de noviembre de 2011

Robacorazones

Vendo un corazón de segunda mano. Uno fuerte y joven, el mío.
Anda algo estropeado, pero sigue funcionando y el tiempo lo curará.

De regalo, los sentimientos.


¿Para qué qerría dos, teniendo ya el tuyo?

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domingo, 13 de noviembre de 2011

Domingo por la tarde

Y elegimos una película para ver. Sobre todo me gusta cuando tú eliges la película, porque me terminan fascinando siempre tus elecciones.
El cielo gris plomizo ilumina extrañamente el salón, ese escondite donde nos protegemos de invisibles agujas que repiquetean en las ventanas. Yo hundo mis pies helados entre tus pantorrillas. Tú piensas en mi maldita manía de andar descalza, pero no te apartas.

Y así, en un perezoso bostezo, se concentran los restos de pizza frente al televisor y los cuerpos ocultos tras una manta.


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miércoles, 9 de noviembre de 2011

Multipolaridad

Dicen que tengo varias personalidades, y que por tanto no tengo ninguna. Puede que sean ellos los que no tengan personalidad y por ello sientan la irremediable necesidad de ir molestando a los demás, para intentar llenar ese vacío que tienen en el alma.
Me ha dicho el gato negro de la esquina que es porque tienen envidia, que ellos no tienen personalidad ninguna, y yo voy por ahí con "varias". Ha, él sabrá, que le pasa lo mismo con sus siete vidas... Mientras él puede ser todo lo gato y todo lo intrépido que quiera, aquí nosotros sufrimos intentando defender nuestra única y efímera existencia...



domingo, 6 de noviembre de 2011

Le sobraba amor e ingenuidad a partes iguales

Después de beber un gran chocolate caliente a pequeños sorbos, se maquillaba y vestía de gala. Lo mismo todas las mañanas. Se sentaba en el sofá con las piernas cruzadas, juntaba las manos en el regazo y esperaba. Esperaba. Esperaba. Te esperaba.
Cuando daba medianoche el reloj de la cocina, siete perlas saladas rodaban por sus mejillas. Una por cada año que llevaba esperando[te]. Se cenaba sus propias lágrimas y se cobijaba debajo de una ducha de agua fría. Y así, con el rimel formando negros surcos en sus pómulos, se iba a la cama.
Y si alguien cree que por fin descansaba, se equivoca. En sueños es cuando con más fuerza te aguardaba y te imaginaba.


Ya de niña resultó siempre muy crédula
pero se equivocó desde el principio...
En vez de creer en si misma,
quiso creer en príncipes y cuentos de hadas.
Quiso creer en ti, que no existes.


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