domingo, 6 de noviembre de 2011

Le sobraba amor e ingenuidad a partes iguales

Después de beber un gran chocolate caliente a pequeños sorbos, se maquillaba y vestía de gala. Lo mismo todas las mañanas. Se sentaba en el sofá con las piernas cruzadas, juntaba las manos en el regazo y esperaba. Esperaba. Esperaba. Te esperaba.
Cuando daba medianoche el reloj de la cocina, siete perlas saladas rodaban por sus mejillas. Una por cada año que llevaba esperando[te]. Se cenaba sus propias lágrimas y se cobijaba debajo de una ducha de agua fría. Y así, con el rimel formando negros surcos en sus pómulos, se iba a la cama.
Y si alguien cree que por fin descansaba, se equivoca. En sueños es cuando con más fuerza te aguardaba y te imaginaba.


Ya de niña resultó siempre muy crédula
pero se equivocó desde el principio...
En vez de creer en si misma,
quiso creer en príncipes y cuentos de hadas.
Quiso creer en ti, que no existes.


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2 comentarios:

  1. Qué genial! Muy de ti! Se ve que te encantan las historias de mujeres que esperan, no? A mí, también. Y has vuelto a tus corchetes! jaja Es muuuy guuayy esta entrada me ha encantado!

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