martes, 18 de septiembre de 2012

Pensaba que según pasara el tiempo me dejaría de doler tanto esta distancia que ya no se cuenta en horas sino en relojes rotos. Pero he descubierto ahora que nada de eso me dolía por reciente, sino por su aparente incoherencia. ¿Qué pasó? o lo que es más importante, ¿por qué pasó? Acaso fue la forma en que esta primavera dio paso al verano, sin tregua, sin aviso. Sol a plomo sobre unas flores demasiado jóvenes, delicadas, que no tardaron en marchitarse... 
Háblame de nuevo, aunque sea sólo un momento, el tiempo suficiente para despedirme. Por favor, quiero entender tu marcha, el porqué de las mentiras. Quiero decirte que te voy a echar de menos, aunque ya no te importe. 

Me duele esta frialdad, y es que esa vana esperanza de que todo vuelva a ser como antes, ese animal herido alimentado únicamente por los recuerdos, se niega a acostumbrarse a que desvíes la mirada y termines rápidamente la conversación con alguna escusa. Y es que ahora las cosas que no sabes o de las que no quieres hablar son un océano inmenso que parece habernos borrado para siempre. Ahora me sobra un poco de todo lo que era tuyo y a la vez me falta todo eso que eras tú.