Siempre andabas tú detrás de las ondas de su pelo. Sonriendo como hipnotizado. Quizá entonces ya no la querías, pero los reflejos oscuros de su flequillo te impedían alejarte. Sin embargo llegó el día en que no pudiste soportar esta contradicción y te marchaste. Ella prometió entonces no volver a cortarse el pelo, hasta que regresaras. Y así lo dejó crecer. No es que lo hiciera rápido, aunque tampoco lento, sino era mas bien como el ritmo constante e ininterrumpido del mar.
Al principio se lo recogía en grandes moños para evitar tropezar con él, pero llegó un momento en el que ni los moños aguantaban tanto pelo. Crecía sin parar y tú no venías.
Poco a poco se fueron enganchando en su cabello todas las cosas que conocía. Primero fueron las hojas de un temprano otoño, algunas nubes grises y los pájaros del barrio, que criaron en su cabeza durante la primavera. Luego fueron los rayos de sol los que se refugiaron en algún lugar detrás de su oreja. Y sus amigos y enemigos, y los vecinos, y el peluquero al que hacía tanto que no visitaba, todo quedó enraizado en su oscura melena. Y aunque a veces le da dolor de cabeza de tanto que pesa, siempre anda acompañada y llena de luz, con ese brillo especial de alegría, sol y estrellas.
Aunque esto lo hizo por que volvieras, ya ni se acuerda. Ahora tiene demasiadas cosas en la cabeza como para pensar en ti.
Te juro, y no es broma, que casi se me saltan las lágrimas. Conmovedor, cercano, maravilloso... :'(
ResponderEliminarQ guaaaay xdd me encanta, creo q es una de las entradas tuyas q mas me gustan :-D
ResponderEliminarMe he dejado definir demasiado tiempo sin pararme a pensar quién soy realmente.
ResponderEliminarGracias por abrirme los ojos.
Pero ahora necesito tu ayuda para cortar los lazos sin desgarrones.