jueves, 26 de julio de 2012

Tu mirada era de niña, tus palabras no lo eran tanto


Te conocí con una camiseta sucia y rota, unas chanclas viejas desemparejadas que te quedaban grandes y arena en los bolsillos. Arena roja, la misma que pisaban nuestros pies y que cubría todo, la misma que volaba y se escondía detrás de mis orejas y de tu cuello.
Tú, que viste en mí a través de todas nuestras diferencias. Me regalaste tu risa y tu cariño, me enseñaste a valorar lo mucho que nos unen a todos las sonrisas. Seguramente no nos volvamos a ver, pequeña de piel oscura, pero ten seguro que guardaré tu recuerdo en algún lugar muy dentro de mí. Guardaré siempre la admiración con la que brillaban tus ojos, la mirada penetrante con la que me despediste mientras susurrabas "no me olvides, por favor"...
En tu pequeño pecho cabía África entera, cabía yo. Tú me enseñaste lo grande que es este órgano que muchos llaman corazón, tú, que tendrás siempre un hueco en él.

A mi pequeña niña africana