Ella le miró con lágrimas en los ojos, -No hay libertad, Jack-susurró con voz entrecortada-. Es la más hermosa de las quimeras inventadas por el ser humano. Siempre formamos parte de algo, cada vez mayor y más incomprensible. Y no hay límites para lo incierto, así como tampoco los hay para lo cierto. La libertad es sólo una idea, ese pensamiento que muchos otros pretenden acotar con tanta ley absurda.
Él la miró fijamente sin entender.
Una lágrima de cristal resbaló por su mejilla -Por favor, Jack, mírame, no quiero perderte para siempre...-
Jack se acercó a ella hasta notar cómo se mezclaban sus respiraciones, entonces la besó. -Inventemos quimeras, Kate, inventémoslas- susurró sin dejar de acariciar sus labios. -Si la libertad está en nuestra imaginación, imaginémosla- suplicó con vehemencia - No somos libres, pero cuanto más sepamos, más podremos imaginar que sí lo somos. Sólo quiero estar contigo Kate, los dos juntos conseguiremos tener la libertad en la mano, porque tú me pertenecerás a mí y yo te perteneceré a ti, y no formaremos parte de nada más, no seremos más que dos almas unidas para siempre, seremos libres, libres de cadenas y grilletes, libres de soñar, libres para querernos, para todo libres.
Fundieron sus lágrimas en un beso, olvidando sus miedos.