Tiembla la habitación con música demasiado familiar para ser percibida. No sé cómo lo haces pero siempre consigues ponerme la piel de gallina con cada cosa que cuentas. No, da igual, aunque no contaras nada también temblaría la habitación, también temblaría yo. No sé para qué tantas palabras. Poesía, sal, todo, tus ojos. Estoy dispuesta a averiguar su color, el de tu despertador. Ir a tu cama a deshacerla y leer poesía. Siempre, poesía. Y apartar con caricias las flores secas que escondes entre las hojas de todos tus libros. Poesía, con esa inconsciencia con la que actúo cuando estás conmigo. Porque a veces se rompe el tiempo y todo cobra sentido. El viernes, sábado, la siesta, los puentes, todo deja de tener importancia. Se despiertan las letras, los sueños, la tinta, tú, yo, el papel en blanco y la incoherencia de las palabras con las que lo lleno. Tú, yo, sin tiempo. Tú, yo, sin escuchar nada que no sea el pasar de las hojas. Yo. Y la poesía, contigo.