domingo, 27 de mayo de 2012

Seremos intrépicos, que no existe, pero está bien

Podríamos reescribir la vida, con nuestras propias palabras, por qué no. Podríamos, por ejemplo, llamarla bida y no vida. Llamarla en otro lenguaje, en el de las letras y la tinta, en el de las incorrecciones gramaticales y las faltas de ortografía. Podríamos, por ejemplo, inventar alguna palabra y olvidar muchas otras. Ordenar todo en un perfecto caos que nadie entenderá, porque no habrá nada que entender. Sólo instinto, el que nos hace luchar por cada sueño, besar algo más y pensar algo menos.

Nuestros cuerpos no se tocaban. Nuestras sombras se daban la mano.

lunes, 21 de mayo de 2012

Mataré los monstruos por ti

Te dejas comer. Te estás dejando comer. Lo puedo ver. Tú también lo sabes pero no entiendes el problema y me dices que ahí dentro se está caliente y huele bien. Y yo que tonta dándote mi mano y tirando fuerte para intentar sacarte de esa garganta tan dulce por la que resbalas. El problema no es ahora sino después, intento decirte, cuando quieras ser tú misma y ahí dentro no puedas moverte bien. Cuando descubras que sólo has sido un bocado más, que nunca te sentiste especial por ser la maravillosa persona que eres, sino simplemente por ser el centro de atención de esa atractiva garganta por la que te dejas caer. Y la atención, como otras cosas, se desvanece. Nadie mejor que tú sabe lo que duele depender tanto de ella.

Asientes, pero no me entiendes. Yo sigo estirando la mano, aunque no consigo nada, desgastarme, agujetas en el brazo y en el alma.

domingo, 20 de mayo de 2012

Paradoja

Hay muchas cosas en la vida que no podemos controlar. Muchas, como la risa o el rojo de los semáforos, como la lluvia, el granizo o la arena de una playa. Como las estrellas, el vaho del aliento o las migraciones del mundo animal. Como los sueños o las olas del mar. 
Quizá fuera más fácil hablar de lo que sí que podemos controlar... Y es que realmente el hombre, en lo que cree la cumbre del poder de este mundo salvaje, ni siquiera puede controlarse a sí mismo.

Y, sin embargo, se cree con derecho a decidir sobre los demás


lunes, 14 de mayo de 2012

Idealismo o relatividad

Tú viajas por el espacio. Acaricias las lunas de Júpiter y bailas el hula-hoop con los anillos de Saturno. Sobrevuelas el universo, muy rápido. Esquivas meteoritos y cuentas estrellas. Estrellas que, según dices, no son ni tan pequeñas ni tan bonitas como sostienen las historias. Me sobrevuelas, me sobrepasas, como siempre has hecho, pero ahora más rápido. Y a todo esto yo siento las pulsaciones de tu corazón cada vez más lentas. Es curioso, ¿no crees? Que vivas tan rápido, a la velocidad de la luz, y que yo te recuerde tan quieto, mirándome, tu sonrisa a cámara lenta. Que tu realidad se acelere al ritmo de los asteroides y que yo te vea moverte tan despacio, tan despacio.
Siempre he creído que era culpa del idealismo desbordado de tus pies y tus ojos, pero se llama relatividad por lo que he oído. No dejo de darle vueltas, ahora es todo más complicado. Ahora ya no puedo engañarme, ni creer como creía en tu vuelta, cuando te cansaras de tanta inmensidad, de pensar el día a día en cifras tan grandes. Ahora tan sólo puedo besar la noche en reclamos desesperados, verte en las estrellas fugaces e imaginarme tu corazón latiendo tan despacio, tan despacio...

viernes, 4 de mayo de 2012

Lazos, nudos, enredos y desenredos

Hoy escribo a espuertas, hoy suelto mis tripas en el papel, mi hígado, mi bazo y, por supuesto, mi corazón. Sufro esa indescriptible dolencia de quien tiene mucho que contar y no sabe cómo. Del que sabe que sus palabras nunca llegarán a reflejar estos temblores que le recorren y que, probablemente, serán malentendidas. Con todo ello, me siento en el deber de intentarlo, pues parece ser que de lo que no se habla, no existe. Qué pensamiento tan absurdo, si lo piensas detenidamente, ya que el ser humano es puro revoltijo de sentimientos y éstos -para bien o para mal- no necesitan de palabras para crearse. Por otra parte, contenerlos es de las cosas más difíciles a las que nos tenemos que enfrentar -cuánto sufren los amantes no correspondidos, pero no, no vengo hoy a hablaros de eso-.
Se trata de algo más general. He visto que los lazos con los que unimos corazones son muy frágiles, que la vida no es más que una tormenta donde unos vienen y otros van, donde las distancias se acortan o se alargan con gran facilidad y, pese a todo, eso no es lo que nos separa. Sorprendentemente, siempre nos excusamos en el paso del tiempo o en los kilometros de distancia, pero a la vez tenemos personas a las que confiaríamos la vida en algún punto lejano de este u otro universo. Parece siempre mejor opción la de no pararse a pensar, vendarse los ojos para no vernos a nosostros mismos como los únicos responsables. Maldita cobardía.
Me dijeron de niña que sabría reconocer las relaciones sinceras por su transparencia, por la confianza incondicional y por la locura que supone dar sin esperar nada a cambio -incumpliendo, seguro, todas las leyes de la naturaleza-. Nunca he esperado mas que la misma transparencia con la que yo entrego mi amor. No pretendo que todo el mundo me quiera más que a nadie. Sólo quiero que me valoren lo suficiente como para tratarme con honradez. Y vuelvo a lo de antes, ¿de dónde sale ese miedo irracional a reconocerle a otra persona que, aunque le aprecias, no es "la primera" en tu círculo de relaciones? Eso podrá doler más o menos, pero no rompe lazos ni evita un vínculo fuerte y sincero. Por el contrario, si la cobardía puede con nosotros y no somos capaces de valorar a alguien tanto como para ser francos con él, rompemos -y de forma bastante dolorosa y violenta- los lazos que nos unían. La mentira y el ocultamiento sólo van seguidos de las palabras dolor y distanciamiento.

Podía vivir sin ser tu primera dama, ¿sabes? Pero no puedo vivir con tus mentiras y tus dobles caras.

No hablo yo, habla esa fuerza que me oprime el estómago y que, por no saber expresarla de una forma más correcta, sólo podía acabar en un estallido de rabia no demasiado justo. He decidido entonces dejarla corretear libre por el teclado. Hace menos daño. Y yo, que notaba algo roto por dentro, ya no siento nada.