Ya no le guardo ese rencor profundo de entonces, ya no tengo [tanto] miedo a la soledad, ni tampoco a mis lágrimas... Simplemente dejo que vuelva, con ese olor tan característico suyo, de sal y tierra mojada. Simplemente, con esa extraña mezcla de sentimientos entre añoranza y melancolía, como quien aguarda a un viejo conocido, como quien espera las caricias que debió de recibir de niño.
Y aquí vuelven las horas vacías. Y las nubes y la lluvia. Vuelve el escozor en el pecho y el lamento de perros aún más solitarios que gimotean arañando puertas. Quizá yo también debiera aullar para llamar tu atención, pero en lugar de eso devoro chocolate y suspiros para hacer olvidar a mi cuerpo esos mordiscos que no te termino de dar... esa distancia que separa nuestros ombligos y no consigo estrechar... y pensativa me vuelvo a humedecer los labios buscando sabores que solo tú me puedes regalar.
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