miércoles, 28 de diciembre de 2011

Demasiadas convenciones sociales

Dicen que no deberían estar juntos. Que no se merecen. Que ella no le merece. Pero no sé qué otra chica hubiera luchado por él con tanta fuerza. No sé quién podría haber amado mejor, o haber tenido unos modales más correctos. 
Tampoco nadie es capaz de reprocharle nada, o de indicarle cómo llegar a ser lo suficientemente digna. Y es que ella haría todo lo que estuviera en su mano por ser aceptada. Pero que no hablen de que él ya es adulto y ella una niña. Eso no puede cambiarlo, por mucho que quiera. 
Cuando les conocí ambos tenían los mismos sueños brillando en los ojos. Y una sonrisa que decía que los llevarían a cabo juntos, y que entonces la felicidad sería mil veces mayor, al ver cumplidos al mismo tiempo los sueños de los dos. Y yo pienso, ¿con qué derecho opinan los demás? Con qué derecho, sin conocer si quiera a la pareja. El mundo entiende de amor lo mismo que de justicia.


¿Qué verdadera importancia tienen estas cosas? La vida es demasiado incierta.
¿Para qué desgastarnos pensando en si el mundo estará de acuerdo?





lunes, 26 de diciembre de 2011

Amor con olor a manzana

Le gustaba pasear por las viejas calles de su barrio. Esas calles que le vieron crecer, con las cuerdas de tender la ropa atravesando los patios. Le gustaba subir y bajar despacio las escaleras irregulares que le hicieron caer tantas veces cuando era niño. Todavía se veían en las esquinas los nombres y corazones que dibujó años atras, intentando atrapar el amor en un arañazo de ladrillos rotos.

No hablaba con nadie en sus paseos. Miraba atento a su alrededor, como si fuera la primera vez que hacía ese recorrido, como si no hubiera visto nunca antes esas casas, esos bares y esas tiendas. Así fue como la descubrió. A esa chica peliroja, con pecas en los labios y sonrisas en los ojos. Tenía las mejillas del color de las manzanas maduras. Y su pelo olía siempre a fruta fresca. Ella, al contrario que él, pasaba las tardes quieta, muy quieta, mirando a la gente cruzar con prisa las calles. También miraba atenta, como si nunca hubiera visto al repartidor de los periódicos que pasaba cada mañana, o al frutero o la carnicera. Tampoco le había pasado desapercibido ese chico que paseaba solo por las calles, y un día salió a su encuentro. Ninguno habló. Ambos pensaban que las palabras no son capaces de expresar los sentimientos, que sólo llevan a malentendidos.
Ella le ofreció una manzana, de esas que siempre llevaba en el abrigo. Él sonrió y le ofreció otra manzana, de esas que siempre llevaba en el bolsillo... Intercambiaron a la vez la fruta y los corazones.




viernes, 23 de diciembre de 2011

De profesión: sonriente

Nunca supe dónde escuchó que todo el mundo debía tener una ocupación para que la sociedad se mantuviera. Tampoco supe porqué le afectó tanto, a él, apenas un niño que todavía iba a la escuela.
"Quizá yo no quiero que esta sociedad se mantenga, quizá no me quiero formar como periodista, ni como médico o maestro, para acabar viviendo una rutina de caras tristes y absorbidas por el deber. En esta sociedad faltarán trabajadores, pero aún hacen más falta los sueños y las sonrisas, que parecen ya olvidados. Quizá quien quiera de verdad mantener esta sociedad vea que es imprescindible proveer de esto a los trabajadores, formando gente que aunque no sepa repetir libros de memoria, sepa ser feliz"
Ante este tipo de discursos la madre reía y con lágrimas en los ojos suspiraba "¡Qué inocente...!". Y es que realmente resultaba cómico ver a alguien tan pequeño y con tan poca voz hablando tan seguro y con tanta propiedad. A él no le afectaban estas respuestas y continuaba sus declaraciones de principios con esa aguda e infantil voz que le caracterizaba.
"Sin embargo, si quieres que tenga una profesión, la tendré. Seré sonriente, le daré un motivo a la gente por el que seguir haciendo lo que hace, haré que todo el mundo disfrute con su trabajo, que canten y bailen como si nadie les estuviera viendo".
Nadie pensó nunca que estas afirmaciones infantiles pudieran tener algo de cierto. Su madre continuó pensando que se le pasaría con la edad. Puede que si le hubieran tomado algo más en serio se hubieran dado cuenta de la profundidad de sus palabras. De que en realidad, toda la corrupción, engaños y mentiras es producto de la infelicidad social...

Le volví a ver años más tarde, con la barba cana y arrugas en los ojos. Tenía en la mirada una fuerza de diez ciclones, decía que todas las ganas de vivir que había repartido le habían sido devueltas multiplicadas por veinticinco. Y yo me lo creía, sólo había que mirar esos ojos y una sonrisa afloraba en tu boca y sentías unas ganas increíbles de vivir.





sábado, 17 de diciembre de 2011

Cegados de necesidad

Ahora me doy cuenta de que nos encontramos por puro azar. Que no había nada más, que las ideas del destino y de Cupido las añadimos nosotros por cuenta propia. Que lo nuestro no fue más que una hueca casualidad. Y sólo ahora que hemos descubierto a golpes que el destino no existe (y que si existiera mejor sería no hacerle ningún caso) es cuando se derrumba nuestro castillo de naipes, cuando nos preguntamos qué vimos realmente el uno en el otro, si es que acaso vimos algo con tanta sonrisa tonta y tanta inmadurez. 

Nos creíamos cegados de amor
cuando tan sólo era necesidad
lo que nos nublaba el corazón.

"¿Y no es lo mismo?" dijiste tú,
pero tu mirada ya respondía
"No, por supuesto que no"...



viernes, 9 de diciembre de 2011

Las singularidades de esa chica extraña

Había pasta en todos y cada uno de los estantes de su casa. Ravioli, tortelini, fussili, ñoquis, macarrones, fideos, farfalle y otros nombres italianos tirando a impronunciables. Los visitantes, sorprendidos, pasaban la tarde abriendo y cerrando cajones, destapando cajas, descubriendo pasta y más pasta en los armarios y debajo de las camas. Pero únicamente él preguntó por qué entre toda esa variedad no había ni un sólo espagueti escondido en la casa. Nadie había notado antes esa falta. Por eso fue el único que llegó a conocer su secreto. Ella era una de esas chicas que no sabe enrollar los espaguetis en el tenedor, y se había vuelto experta en preparar fideos a la carbonara.

Y aunque él le enseñó a comer espaguetis,
terminando los dos como la dama y el vagabundo,
ella, a escondidas, siguió cocinando con fideos.
Porque ella no quería renunciar a nada
...Y él, que lo sabía, no podía renunciar a ella.





jueves, 8 de diciembre de 2011

Kamikaze

Ella estaba siempre cruzando de un lado para otro la línea que separa la valentía y la temeridad, y aquella tarde pareció querer demostrarlo. Sentada en el suelo con una de tus viejas camisetas (aquellas que llevaban años olvidadas en su armario), se enterró en todas las cartas y postales, en todas las fotos, las sonrisas y los olores que todavía guardaba de ti.
Abría despacio los sobres y desdoblaba papeles con cuidado, como si quisiera que éstos apenas percibieran su presencia y su roce. Las letras le dolían clavándose en su pecho, las palabras perdían todo significado para convertirse en aguijones en sus párpados, que comenzaron a sangrar recuerdos. Sus manos se movían cada vez más y más rápido a través de la tinta seca de tus manos. Se tragó los besos con los que te despedías y los silencios suspendidos en una línea de teléfono. Te tragó entero, con todos tus recuerdos.
Fue sólo entonces cuando lo vio todo con claridad. No pudo evitar reírse de sus lágrimas. De no haber entendido nunca el verdadero significado de aquellas largas cartas que no decían nada y sugerían mucho.
Se dio cuenta de que en realidad esa herida había cicatrizado mal desde el principio. Que le había quedado esa gran marca enorme que provocaste y que la acompaña siempre a todas partes.
Ahora sólo piensa en destrozarse por completo a si misma con tal de que no se distinga tu marca entre las demás, con tal de respirar sin notarte aún clavado en su pecho.

Puede que incluso llegue a curarse del todo en algún momento, sin cicatrices, recuerdos ni estupideces. Puede también que cuando te haya borrado de su cuerpo y su memoria se sienta sola y abandonada.... Quien sabe, siempre fue un poco kamikaze.


sábado, 3 de diciembre de 2011

Error letal

Les quitó todo. Sus casas, sus familias, sus sueños y su risa. Pero no se dio cuenta de que los hombres son más crueles y despiadados cuando no tienen nada que perder... Quería crear seres débiles y doblegables, y creó armas de destrucción masiva. Tanta opresión se volvió en su contra. Se autodestruyó.